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'Netartistas' introducen estímulos sensoriales en los videojuegos

painstationLos dos jugadores se enfrentan separados por una pantalla horizontal. Con su mano derecha controlan el juego;la izquierda descansa en una rejilla. La partida está cargada de una tensión que no se debe al juego -un viejo Pong- sino a sus consecuencias, porque la rejilla es una "unidad de ejecución del dolor", que castiga cada fallo del jugador con estímulos dolorosos: calor, descargas eléctricas y latigazos. Si se retira la mano, el juego se para. Es PainStation, "un artefacto para duelos", de los artistas austriacos Volker Morawe y Tilman Reiff, que se puede experimentar en el Centro de Arte y Creación Industrial Laboral de Gijón.

      La máquina que se exhibe es una nueva versión menos cruel y mejorada, ya que permite regular la intensidad de los estímulos dolorosos y elegir el minilátigo, que puede ser de goma, cuero o alambre.

      También se han incorporado flashes luminosos que deslumbran al jugador, y un Medipack Bonus, que alivia a quien lo consigue echando aire fresco en la mano. "La primera PainStation tuvo un gran éxito, pero las heridas que se producían en los duelos más encarnizados, junto con el peligro de infecciones, nos obligaron a modificarla", explican los artistas.

      Hace dos décadas que los expertos debaten sobre los efectos de los videojuegos, preguntándose si pueden inducir comportamientos agresivos e incluso delictivos. France Cadet contribuye al debate con SweetPad, una instalación basada en una versión modificada de Quake 3 Arena, en la que para matar se debe actuar con ternura y delicadeza. "En lugar del joystick hay unas bolas que deben ser acariciadas, de modo que cuanto más sensual y suave es el movimiento tanto más preciso y letal es el resultado", explicaba la artista mientras intentaba que el público de Laboral olvidara los frenéticos movimientos normalmente requeridos por los videojuegos.

      Desde que en 1994 Marcel·lí Antúnez creó Epizoo, una performance en la que el público podía manipular el cuerpo del artista, provocándole dolor o placer, a través de un ordenador conectado a un exoesqueleto, muchos artistas han intentado empujar los límites de la relación hombre-máquina, tanto física como conceptualmente.

      El 'e-cilicio'

      Es el caso de WiFi-SM (Sado Maso) del francés Christophe Bruno, que por 50 dólares ofrece un cilicio tecnológico, garantizado para reducir la indiferencia al sufrimiento ajeno y el consiguiente sentimiento de culpabilidad. Es un pequeño aparato inalámbrico, que se debe aplicar al cuerpo, conectado a través de Internet a 4.500 webs de noticias. Cada vez que el programa detecta un texto con palabras vinculadas al dolor (como muerte, tortura, guerra o virus), el usuario recibe una descarga eléctrica. Nacido como un proyecto de guerrilla-mercadotecnia, WiFi-SM se ha convertido en realidad gracias a la galería Sollertis de Toulouse, que ha producido el primer prototipo en forma de pulsera.

      Masajes placenteros

      No todo es dolor, también hay quien busca estímulos placenteros. "Nos encantan los masajes y, por lo general, tras suplicar un buen rato, con suerte consigues una rápida friega. Por ello hemos pensado aprovechar la inagotable fuente de energía cinética que se oculta en los dedos de los videojugadores", explican Hannah Perner-Wilson y Mika Satomi, creadoras de Massage Me, una interfaz de masaje en forma de chaleco, que sustituye el mando original de cualquier PlayStation. Gracias a un sistema de sensores estratégicamente colocados, cuanto más armónico y bien ejecutado es el masaje mejor será la puntuación.

       

      Texto | El País
      Enlace | Painstation, WiFi-SM

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